Comer carroña nos hizo humanos
Un estudio con participación del IPHES-CERCA replantea el papel del carroñeo en la evolución humana y destaca su importancia como estrategia eficiente de subsistencia complementaria a la caza y la recolección
Un equipo de investigadores del IPHES-CERCA ha participado en un estudio liderado por el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) que replantea el papel del consumo de carroña en la historia de nuestra especie. El artículo, publicado en la revista Journal of Human Evolution, revisa esta práctica desde los primeros homínidos hasta la actualidad y defiende que el carroñeo fue una estrategia fundamental y recurrente a lo largo de toda nuestra evolución.
En la investigación han participado el Dr. Jordi Rosell, profesor de la Universitat Rovira i Virgili e investigador del IPHES-CERCA, y la Dra. Maite Arilla, también investigadora del IPHES-CERCA, junto con especialistas del CENIEH, el IREC-CSIC, el IPE-CSIC, la Universidad Miguel Hernández y las universidades de Alicante, Granada y Málaga.
Según los autores, el carroñeo ofrecía grandes ventajas a los primeros humanos: permitía obtener alimento con mucho menos esfuerzo que la caza y resultaba especialmente valioso en épocas de hambruna, cuando otros recursos escaseaban. Las investigaciones ecológicas recientes también muestran que la carroña es más predecible y abundante de lo que se pensaba, y que los animales carroñeros desarrollan conductas que reducen el riesgo de contraer enfermedades.
Los investigadores señalan que los humanos estamos anatómica, fisiológica y tecnológicamente adaptados para ser carroñeros eficientes. “El pH ácido del estómago humano puede actuar como defensa frente a patógenos y toxinas, y el riesgo de infección se redujo considerablemente cuando comenzamos a utilizar el fuego para cocinar. Además, nuestra capacidad para recorrer grandes distancias con poco esfuerzo energético fue clave para detectar oportunidades de alimento”, explican.
El lenguaje y las herramientas de piedra (incluso las más simples) facilitaron la organización colectiva para localizar cadáveres y acceder a la carne, la grasa y el tuétano de los huesos. Esta combinación de factores convirtió el carroñeo en una actividad altamente eficiente, complementaria a la caza y a la recolección vegetal.
Cuando en la década de 1960 se descubrieron en África las primeras evidencias de que los homínidos más antiguos consumían carne, se abrió un intenso debate: ¿cazaban aquellos animales o simplemente aprovechaban los cadáveres encontrados? Durante décadas, se consideró el carroñeo una etapa “primitiva” que los humanos habrían superado al aprender a cazar. Sin embargo, los estudios actuales han transformado completamente esta visión: todas las especies carnívoras consumen carroña en mayor o menor grado, y muchos grupos humanos actuales de cazadores-recolectores siguen practicándola habitualmente.
Los autores concluyen que el carroñeo no fue solo una etapa transitoria, sino una estrategia fundamental y recurrente a lo largo de toda nuestra evolución, complementaria a la caza y a la recolección vegetal. En definitiva, comer carroña (lejos de ser un comportamiento marginal) fue clave para convertirnos en humanos.
Referencia bibliográfica:
Mateos, A., Moleón, M., Palmqvist, P., Rosell, J., Sebastián-González, E., Margalida, A., Sánchez-Zapata, J. A., Arilla, M., Rodríguez, J. (2025). Revisiting hominin scavenging through the lens of Optimal Foraging Theory. Journal of Human Evolution. https://doi.org/10.1016/j.jhevol.2025.103762