Hallan una flecha incrustada en una costilla humana de hace más de 4.000 años en un sepulcro prehistórico de los Pirineos
El sepulcro prehistórico del Roc de les Orenetes, a más de 1.800 metros de altitud, conserva una prueba directa y excepcional de conflicto interpersonal entre las primeras comunidades de pastores del Pirineo
Una punta de flecha de sílex clavada en una costilla humana, encontrada en el yacimiento del Roc de les Orenetes (Queralbs, Girona), constituye una prueba directa y excepcional de conflicto interpersonal ocurrido hace más de 4.000 años en el Pirineo catalán. El proyectil, disparado por la espalda y aún incrustado en el hueso, muestra además signos de regeneración ósea, lo que indica que el individuo sobrevivió durante un tiempo tras el impacto.
Este hallazgo ha tenido lugar durante la última campaña de excavación en este sepulcro colectivo de alta montaña, excavado desde 2019 por un equipo del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES-CERCA), bajo la dirección del Dr. Carlos Tornero, catedrático de Prehistoria de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) e investigador del IPHES-CERCA.
Una comunidad adaptada a la alta montaña
El Roc de les Orenetes no es un sepulcro cualquiera. Durante dos o tres siglos, hace más de 4.000 años, esta cavidad de alta montaña acogió los restos de más de 60 individuos, probablemente pertenecientes a una misma comunidad. Hasta la fecha, se han recuperado más de 6.000 restos óseos humanos. El análisis de estos restos, liderado por el Dr. Miguel Ángel Moreno, docente en Osteoarqueología en la Universidad de Edimburgo (Escocia), revela una población formada mayoritariamente por hombres adultos, pero también mujeres y niños.
El estudio osteológico apunta a una comunidad bien adaptada a las exigencias del entorno pirenaico: esqueletos robustos, inserciones musculares marcadas y signos de gran actividad física. Todo ello sugiere un estilo de vida exigente, ligado al pastoreo y al aprovechamiento de los recursos de altura. Los vínculos entre los individuos y con el territorio eran estrechos, como demuestra la elección de la cueva como lugar de sepultura durante generaciones.
Los primeros estudios, publicados en 2024, ya habían identificado anomalías en algunos esqueletos: marcas de corte relacionadas con el uso de hachas y dagas, y fracturas óseas intencionales, evidencias compatibles con enfrentamientos violentos. También se habían recuperado puntas de flecha, como las utilizadas con arcos, pero su relación con los cuerpos era incierta: ¿formaban parte del ajuar funerario o habían causado las lesiones?
Un impacto desde la espalda… y la reacción del cuerpo
El nuevo hallazgo no deja lugar a dudas. El fragmento de costilla presenta una punta de flecha incrustada, idéntica a otras del yacimiento, que entró por la espalda del individuo. Según el Dr. Miguel Ángel Moreno, “la trayectoria indica que el disparo se produjo desde la espalda. La punta se incrustó y el hueso comenzó a regenerarse alrededor. Ahora podremos estudiar la fuerza del impacto, el tipo de arma utilizada y la posición del atacante y la víctima”.
Lo más sorprendente es que el individuo no murió de inmediato. “Considerando la posición y la trayectoria de la flecha, ésta pudo matar a la persona en dos momentos: o bien en el momento del impacto por desangrado o afectación de los pulmones (por ejemplo, un neumotórax), o bien al cabo de poco tiempo, por infección”, explica Carlos Tornero. “Si el impacto fue limpio y quedó encapsulado entre las costillas, y la infección se superó, la persona pudo haber sobrevivido y no ser la flecha la causa real de la muerte. Este tipo de detalle será el que se abordará ahora con los estudios pormenorizados que vamos a realizar”.
Actualmente, el fragmento se encuentra en proceso de análisis por microtomografía de rayos X en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) en Burgos, y posteriormente será analizado a nivel químico, genómico y proteómico en centros especializados de Barcelona y Estados Unidos.
Una ventana al pasado… y una vía de futuro
El Roc de les Orenetes es uno de los pocos yacimientos funerarios de alta montaña con una densidad tan elevada de restos humanos bien conservados. Su estudio permite reconstruir no sólo cómo vivían estas comunidades del tercer milenio a.C., sino también cómo se relacionaban, cómo cuidaban a sus muertos… y cómo, en ocasiones, se enfrentaban entre sí.
Este hallazgo consolida el yacimiento como un referente para el estudio de la prehistoria reciente en el sur de Europa y abre nuevas vías de investigación sobre la violencia, el conflicto y la resiliencia en comunidades humanas antiguas.
Un yacimiento con más de medio siglo de historia
La cueva del Roc de les Orenetes fue descubierta a finales de los años sesenta por el vecino Cisco Coll. En 1973, un joven Eudald Carbonell llevó a cabo allí su primera intervención arqueológica con el Grup Grober Xaialsa. Ahora, más de 50 años después, las excavaciones se han retomado en el marco del proyecto ARRELS prehistòriques / RAÍCES prehistóricas, impulsado por el Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya (CLT009/22/000042).
Las investigaciones actuales cuentan con el apoyo logístico y económico del Ajuntament de Queralbs y del Museu Etnogràfic de Ripoll, que ha cedido los restos recuperados en las primeras campañas para que puedan ser estudiados con las técnicas más avanzadas. Lo que antes era una cueva remota, hoy es una ventana única a las vidas (y muertes) de una comunidad prehistórica pirenaica.